Crónica del homenaje en Diario de Noticias
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Crónica de Marian Zozayaren kronika (Diario de Noticias, 24 junio 2012 ekainak 24)
Vidángoz. Si bien es cierto que «No todas las carreteras de la memoria pasan por ésta «, tal y como expresaba ayer Juan Kruz Lakasta en el homenaje a los esclavos del franquismo en el Alto de Igal, hay que reconocer que el acto sencillo organizado por Memoriaren Bideak viene marcando su fecha desde hace nueve años de forma especial porque traslada el recuerdo al lugar de las vivencias narradas incluso por los propios protagonistas, camino del centenario de su nacimiento.
El intenso calor se echó encima en el monte cuando comenzó el homenaje a los 2.345 esclavos que hicieron la carretera de Igal a Vidángoz entre los años 1939-1941, y a sus familiares que también sufrieron el castigo, así como el agradecimiento a los hombres y mujeres de los valles de Roncal y Salazar, represaliados tras el golpe del 36 y en posterior dictadura franquista.
El Zanpanzar de Burlada-Burlatako Joaldunak, la música de Xabier Barriola y la de los txistus de Xanti Begiristain y Kepa Bales, introdujeron a los prisioneros, Félix Padín y Luis Ortiz, y a los familiares de represaliados.
El turno de intervenciones lo abrió Jacqueline Urla, antropóloga y nieta de Amadeo Urla, concejal de Izquierda Republicana de Pamplona asesinado en 1936, quien manifestó su admiración por la labor fundamental de divulgación desde «este lugar que tiene un sentido especial para mí».
Tras ella, la nota nueva de esta edición la puso el escritor Patxi Zubizarreta, autor de la novela Hiru Gutun Iruñeatik, editada recientemente por Pamiela, basada en la experiencia de los prisioneros que trabajaron en esta carretera. Orgulloso y emocionado de estar entre ellos, introdujo sus sentidas líneas tomando prestadas las de Jorge Semprún en nombre «de los náufragos para devolverles las palabras», y agradeció la lección de dignidad que le ha sido transmitida por unos especiales compañeros de viaje, testigos de la historia.
Se iniciaron después las intervenciones de los miembros de las numerosas asociaciones de la memoria histórica que acudieron este año. Entre ellas, la asociación francesa, Memoria y Exilio, Saint Gaudens, Haute-Garonne, que promueve la memoria del exilio. Chantal Gorrindo, hija de Demetrio Gorrindo, oriundo de Garde, habló en su nombre. La descendiente de este exiliado roncalés significó la importancia de la recuperación de la memoria para que la juventud la conozca a la vez que lanzaba un deseo: «Tengo el mismo sueño que mi padre, que la República vuelva a España», mientras su hija depositaba unas flores en el monolito de recuerdo que mira hacia el valle.
Los catalanes del Collectiu Republicá del Baix Llobregat, asiduos en el homenaje, lamentaron ayer la pérdida de José Barajas, prisionero en Igal. Su nieto, David Llora, habló de las penurias pasadas, y agradeció la labor y el apoyo de Juantxo Gartzia de Azilu, de Memoriaren Bideak, fallecido el año pasado. El también catalán Felipe Moreno, del Ateneu Republicá del barrio de Gracia de Barcelona, hizo hincapié en el sufrimiento físico, político y moral vivido por los prisioneros.
73 años de la llegada Tras él llegaron los testimonios de Félix Padín y Luis Ortiz, dos veteranos casi centenarios, unidos en la emoción del recuerdo. El 25 de julio de 1939 llegaron los primeros prisioneros integrados en el Batallón nº 127 a la villa de Roncal. Posteriormente, fueron destinados a Vidángoz e Igal. Padín, militante anarcosindicalista, llegó a mediados de julio del 1940, después de que le hicieran prisionero en Bilbao, en el 37, mientras combatía como teniente en el batallón Durruti. «Fue aquí donde más hambre pasamos y peor nos trataron», exclamó. Su intervención fue muy aplaudida tras denunciar la continuidad del régimen franquista, sin perder el hilo de la lucha actual de los mineros asturianos.
Luis Ortiz, prisionero republicano y trabajador social en activo, agradeció a los vecinos de Roncal y Salazar que les ayudaron en el pasado, y a los del presente, al inolvidable Juantxo, «al que llevamos en el corazón». Las lágrimas de Ángela Urrizar, la canción de Margarita, y la emoción de Joaquín Tomás Otal y Manuel Salvoch, niños de la guerra descedientes de exiliados republicanos se sucedieron antes del aurresku de Gorka Mediavilla. El broche final lo puso Ana Barrena, con el recuerdo de su compañero, Juantxo, y exigiendo con fuerza las máximas que guían a los que trabajan por recuperar la memoria: justicia, verdad y reparación.